sábado, 11 de octubre de 2014

Lectio Divina domingo XXVIII del T.O.

Ciclo A
Mt. 22.1-14
12 Octubre 2014







Señor.

Gracias porque no te cansas de invitarme a la fiesta de tu amor y amistad.

Perdóname porque también yo he presentado muchas excusas

para no responder a tu llamada,

porque he preferido otros entretenimientos, que están lejos de Ti.

Ayúdame, Señor, a dejarme conducir por ti,

a vivir tus enseñanzas con alegría.






TEXTO BÍBLICO Mt. 22. 1-14


Volvió a hablarles Jesús en parábolas, diciendo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir.

Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.

El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”.

Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».



Dios nos ama tanto, que espera que le busquemos, que nos adhiramos a Él, que vivamos su propuesta de amor como un acto de confianza y de abandono, porque Él es Dios amor.
Asumir sus enseñanzas es creer en Él, lo que nos lleva a vivir como Él quiere y nos pide, porque lo aceptamos y lo reconocemos como nuestro Dios y Señor.
Este es el planteamiento de la parábola de los invitados a las bodas: la continua invitación que el Señor nos hace a estar con Él, a dejarnos inundar por su amor.
Pero aparece una faceta propia de nuestra debilidad humana como es el rechazo, la negativa, la no aceptación, que hace que experimentemos la grandeza de Dios, que dándonos todo su amor, admite que le podamos decir que no.
Tenemos que ser conscientes de la necesidad de responder al Señor, de aceptar su propuesta de amor, de encontrar en Él el sentido pleno de todo lo que somos y hacemos. Tenemos que hacer vida sus enseñanzas, manifestando con nuestras obras que Él es todo para nosotros y buscando vivir en sintonía plena con Él, viviendo como Él quiere, imitándolo y siendo presencia viva de su amor.

La parábola también nos hace tomar conciencia de la necesidad de tener puesto el vestido de fiesta…, es decir, de estar siempre viviendo de cara a Él, estando preparado para el encuentro con el Señor. En el seguimiento de Jesús nos vamos identificando con Él, pero requiere de nuestra parte disposición, apertura, buena voluntad, docilidad… para que Él vaya transformando nuestra vida.

“…muchos son los llamados, poco los escogidos…”, puede dar la impresión de que estamos ante una afirmación excluyente, donde el Señor elige a unos y descarta a otros, pero a medida que conocemos su manera de ser y de actuar, nos damos cuenta, que su amor no tiene límites, que somos nosotros los que ponemos límites a su amor, los que no aceptamos su invitación, los que nos marginamos y rechazamos lo que Él nos propone. Tenemos que ser conscientes de la necesidad de responder siempre al Señor, de aceptar su amor, de vivir como Él nos pide, asumir y dar a conocer su propuesta de amor. 







Ante la invitación del Señor, a veces nos puede pasar –como los invitados de la boda- el estar ocupados en nuestros asuntos y mostrarnos indiferentes a su llamada. ¿Postergas, por ejemplo, el acercarte a los Sacramentos o el realizar una obra de caridad, ayudar al que lo necesita, acompañar al que sufre…?
Lo fundamental en el seguimiento de Jesús es: vivir una fiesta continua con Él. Además te ofrece la vida en plenitud, ¿cómo lo entiendes, cómo lo vives?
¿A Través de qué realidades llega la invitación de Dios a tu vida? ¿Te sientes interpelado por la Palabra? ¿Por los hermanos? ¿Por los acontecimientos de la vida? ¿Cómo expresas tu respuesta?
Al aceptar la invitación a una boda, hay que hacer un regalo, ¿qué estás dispuesto a ofrecer al Señor, que hoy una vez más te invita al banquete? 





Señor, quiero entrar en la sala de tu banquete,
en el banquete de tu amor y de tu amistad.
No dejes de invitarme, Padre, aunque a veces no tenga ganas de estar contigo
y seguir a Jesús.

Y, cuando entre en la sala de tu amistad con mis vestidos, tal vez mugrientos,
no me rechaces.

Quiero que Tú mismo me limpies y me vistas
para seguirte y estar siempre contigo.





Interioriza el mensaje de esta parábola. Tal vez sea éste un momento propicio para examinar tus ataduras, los vínculos que te sujetan, las trabas que te encadenan y te impiden responder a la llamada de Jesús.
“Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda” Hoy el cruce de los caminos puede ser la parada del autobús, el metro, tu trabajo, tus compañeros del coche…
¿Con que actitud sales a los cruces de los caminos? ¿Te sientes enviado? ¿Qué tipos de personas te encuentras? ¿Qué encuentran y esperan de ti? ¿Y Dios?
Cuestiónate ante el Señor y respóndete, ¿cómo quieres la amistad con Él sin cambiar el traje de tu vida? ¿Cómo ser libre del pasado sin aceptar tu realidad de cada día, tus encuentros y desencuentros con el Señor, con los hermanos, tus demoras en el servicio…? ¿Cómo proclamar le justicia y luchar contra la violencia si muchas veces tu silencio es aprobación de las mismas?
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de bodas?” Estar sin el traje de bodas es mirar un pasado que nos cuesta dejar atrás y que nos quita el deseo del disfrute de las cosas de Dios.







No descuides ninguna invitación a la amistad con el Señor, que te llegue directamente de Él en la oración o por medio de algún enviado suyo.
Próximo el inicio de V Centenario de Santa Teresa, repite y haz tuya esta expresión de la Santa: ¡Cuán triste es, Dios mío, la vida sin ti!
Sal a los cruces de los caminos y lleva el mensaje de amor de Jesús a alguna persona que esté necesitada de compañía, de consuelo, de amor…



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