LA VIÑA Y EL JUICIO
Domingo 27 del tiempo
ordinario. A.
5 de octubre de 2014
EVANGELIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-- Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
Le contestaron:
-- Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice:
-- ¿No habéis leído nunca en la Escritura?: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente" Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.
“Mi amigo tenía una viña en un fértil collado” (Is 5,2).
He ahí el comienzo de uno de los poemas más bellos de la Biblia. Un
poema que es una hermosa y dramática alegoría de la suerte y la
desgracia de Israel. De esa viña el Señor esperaba los frutos del
derecho, pero ella dio asesinatos. Dios esperaba obras de bondad y de
justicia, pero su viña sólo dio lamentos.
Como todas las parábolas, también ésta encuentra su aplicación
en nuestro mundo. Dios ha puesto en nuestras manos esta creación
salida de las suyas, pero nosotros la hemos violado y destrozado con
saña.
Dios nos ha confiado la organización de la convivencia en nuestra
sociedad, pero nosotros hemos olvidado la fraternidad y hemos
manchado nuestra tierra con la sangre de los inocentes que hemos
troceado o degollado.
Dios nos ha confiado la belleza de la viña de nuestra misma
persona, pero con nuestro pecado y nuestra falsedad hemos prostituido
nuestra propia dignidad. El Señor esperaba que diéramos uvas, pero
hemos dado agrazones
LOS CRIADOS Y EL HIJO
Por tercer domingo consecutivo, el evangelio que hoy se proclama
nos evoca el mundo de las viñas y el tiempo de la vendimia (Mt
21,33-43). Como haciéndose eco del poema de Isaías, Jesús habla de
un propietario que plantó con esmero una viña. La diferencia está
en que, al marchar de viaje, la arrendó a unos labradores.
Llegado el tiempo de la vendimia, los labradores deciden quedarse
con los frutos que corresponden al dueño de la viña. Nada frena su
avaricia. Por eso apalean, apedrean y dan muerte a los criados que el
dueño les envía una y otra vez. Y lo mismo harán con el hijo del
dueño. Al empujarlo fuera de la viña y darle muerte, pretenden
apropiarse de su herencia.
La parábola era una clara alegoría de Israel, la viña amada por
Dios. Los que debían gozar de la confianza del Señor, habían
matado a los profetas. Y ahora estaban dispuestos a matar al Hijo de
Dios. Pero la parábola no ha perdido actualidad. Refleja la actitud
de todos los que ignoran a Dios, desprecian a sus mensajeros y
condenan a muerte a su Hijo.
EL JUICIO DE DIOS
El evangelio nos anuncia el juicio de Dios sobre la historia.
Pensamos que Él es indiferente a nuestras acciones y maldades, que
no hay más justicia que la que nosotros decidimos. Pero un día
volverá el dueño de la viña. Y Jesús resume su veredicto final:
• “Se os quitará a vosotros el Reino de Dios”. El Reino de
Dios no es un patrimonio de nadie. Es un don de Dios que requiere
nuestra fidelidad al Donante.
• “Se dará el Reino a un pueblo que produzca sus frutos”.
Muchos de los que han recibido el don de la fe se avergüenzan de ese
regalo. Pero otros lo esperan y lo recibirán con gratitud.
La parábola puede parecer negativa, pero no lo es. La promesa
del juicio de Dios amortigua la esperanza de los malvados y los
presuntuosos. Pero enciende la esperanza de los que escuchan la
palabra de Dios y dan los frutos que de ella brotan. Hay que elegir.
- Padre nuestro, gracias una vez más por habernos hecho
responsables de tu viña, de tu creación y de tu Iglesia, que es
también la nuestra. Que nunca rechacemos a los mensajeros que nos
envías y acojamos a Jesús como la piedra clave de nuestros
proyectos. Amén.
José-Román Flecha Andrés
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