DONDE LA
GRACIA ESTÁ
Inmaculada Concepción de Santa María Virgen
8 de diciembre
“Reina
y Madre, Virgen pura, que sol y cielo pisáis, a vos sola no alcanzó la triste
herencia de Adán.
¿Cómo en vos, Reina de todos, si llena de gracia estáis, pudo
caber igual parte de la culpa original?
De
toda mancha estáis libre: ¿y quién pudo imaginar que vino a faltar la
gracia en donde la gracia está?” Es
hermoso este romance de Francisco de Borja
(1577-1658) que recitamos en la fiesta de la Inmaculada
En el
tiempo del Adviento, la fiesta de la Concepción Inmaculada
de María nos alienta en el camino de la
esperanza. Somos conscientes de nuestros errores y pecados. A pesar de
ellos, Dios ha querido ofrecer a
la humanidad un horizonte de perdón y de
misericordia, de gracia y de belleza.
Esta
fiesta de María nos lleva a celebrar esta nueva creación. Nuestra oración de
hoy brota de una íntima
alegría. La de saber que lo que perdió EVA, “la madre
de todos los que viven”, ha sido felizmente
recuperado gracias al AVE que el
ángel Gabriel dirige a María, Madre de todos los redimidos.
LLENA DE GRACIA
Hoy se
nos repite el relato evangélico de la Anunciación a María. En él escuchamos las
palabras que le
dirige el ángel del Señor: “María,
no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios”. Ese saludo convierte
a María
en imagen de todo el género humano. Con él se inicia el gran Adviento de la
historia humana.
Con él renace la esperanza.
Desde
lo más hondo de su existencia, María refleja fielmente la misericordia de Dios
y sabe traducirla en
fidelidad. Dios nos crea y nos sostiene. María gozó
durante toda su vida de la plenitud de la gracia y de la
salvación. Fue una
persona fiel en todo al proyecto de Dios. También a nosotros, Dios se nos da gratis,
pero espera nuestra respuesta.
La
sintonía de María con la salvación ofrecida por Dios a la humanidad es un don
gratuito, pero encontró
en ella una respuesta libre y generosa. Muy pobre es
nuestra fe si no logra superar el temor
y no nos
ayuda a aceptar el don de la gracia que Dios nos ofrece cada día.
La humanidad no tiene nada que temer de la divinidad. Dios
no es un enemigo de la causa y de la libertad
humana. Dios nos ofrece su amable
cercanía. Como dijo Benedicto XVI, “el hombre que se dirige hacia
Dios no se
hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace
grande, se
hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo”.
ABOGADA DE GRACIA
Hoy
nuestro corazón se esponja en la contemplación de la decisión de Dios de ofrecer
a la humanidad un
rayo de esperanza. Con el prefacio de la misa de esta
solemnidad nos gozamos en la limpieza de María:
•
“Purísima había de ser, Señor, la
Virgen que nos diera el Cordero inocente”. Esta mirada al
pasado de
nuestra historia nos invita a dar gracias por el don de la salvación.
A la vista del mal y de la corrupción de
este mundo, con frecuencia nos dejamos
vencer por el pesimismo.
•
“Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de gracia y ejemplo de
santidad”. Y esta mirada a
nuestro presente nos lleva a recobrar la esperanza.
Tratemos de descubrir los signos de esperanza que se
encuentran en nosotros
mismos, en los demás y en toda la sociedad.
- “Oh
Dios, por la concepción inmaculada de la Virgen María
preparaste a tu hijo una digna morada. En
previsión de la muerte de tu Hijo la
preservaste de todo pecado. A nosotros concédenos por su interce-
sión llegar a
ti limpios de todas nuestras culpas. Amén”.
José-Román
Flecha Andrés
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