lunes, 4 de noviembre de 2013

EL MATRIMONIO Y LA FIDELIDAD





Un poco de formación.....


Los esposos son ante todo eso mismo, personas que se han esposado, prometido, comprometido el uno con el otro. La mentalidad actual, fuertemente secularizada, que propugna valores apartados de Dios, que es el dueño del bien y del mal, llega a preguntarse ¿por qué un cónyuge debe ser fiel al otro?
A esta pregunta se puede contestar con variados motivos, entre ellos, por el propio bien de los hijos. Bien, pero incorrecto. Se puede volver a formular la pregunta de otra manera ¿por qué es preciso amar siempre al otro cónyuge, incluso cuando muchos motivos, aparentemente justificados, inducirían a dejarlo? 
La respuesta más radical presupone ante todo el reconocimiento del valor objetivo y esencial del vínculo matrimonial. Marido y mujer son esposos, cónyuges, personas unidas, vinculadas. Pero no unidos como unos esclavos obligados y castigados a permanecer siempre así, sino unidos por el don recíproco y la promesa de amor hecha un día contra toda adversidad, a pesar de los propios errores, mejor, con los propios errores. Promesa que es posible porque queda avalada por Dios mismo. ¡Dios es fiel! Y la fidelidad humana, es imagen de la divina, como lo es la propia naturaleza del hombre fundada en su especial dignidad. No hay espacio en la Iglesia para una visión inmanente y profana del matrimonio, simplemente porque esta visión no es verdadera, ni teológica ni jurídicamente.


El amor: Porque la fidelidad exige amor, pero ¿en qué reside el verdadero amor? El enamoramiento está presidido por emociones y sentimientos, pero el amor está compuesto además del enamoramiento por la voluntad, la inteligencia, el compromiso y la entrega No se puede confundir el amor con la simple pasión o con el simple sentimiento que es pasajero y efímero, además de condicionado a cantidad de variables entre las que se encuentran algo tan elemental como el frío y el calor.


El amor es un sentimiento y hay que sentirlo así, pero no se agota en eso solamente. Esto es muy poco, es una versión muy descafeinada del verdadero amor. No serviría para explicar por qué una madre se levanta por la noche cada tres horas para dar de comer a su pequeño, por qué un padre espera despierto para ver llegar a sus hijos por la noche, por qué un esposo renuncia a un ascenso por no apartarse de su mujer... Todo esto, y mucho más no se explica con un simple sentimiento, como si se pudiera decir «es que yo lo siento así» o «me apetece».


Y es que la fidelidad matrimonial no se tiene, sino que se conquista, se construye cada día y la conseguida no vale para el día siguiente. La fidelidad no admite vivir a cuenta del pasado, sino que siempre mira hacia delante.
A menudo se confunde la fidelidad con el aguante, como si ser fiel significara aguantar carros y carretas y estar dispuesto a todo. Pero la fidelidad supone un valor más elevado, supone crear en cada momento de la vida lo que uno mismo, un día, prometió crear. 


Supone cumplir la promesa que se dio de crear un hogar en todas las circunstancias, favorables o adversas, asumiendo las riendas de la propia vida y comprometiéndose a vivirla no a merced de los sentimientos cambiantes de cada momento sino por el valor de la unidad conyugal.
Y es que al hablar de un matrimonio fiel, de un matrimonio indisoluble, por error se piensa siempre en un matrimonio para toda la vida, como si la fidelidad fuera una cuestión de tiempo, para medir la duración de un matrimonio. El matrimonio fiel es duradero o de duración indefinida. No es así. 


Cuando se habla de fidelidad a lo que realmente se alude es a la calidad de la unión. Un matrimonio fiel es un matrimonio valioso y por esa razón permanecerá en el tiempo, pero no porque tenga una fecha de caducidad ilimitada, sino porque tiene un valor propio que es la fidelidad de los esposos querida y vivida como un regalo diario, como una riqueza interior de la que se nutre el valor de la propia unión. El matrimonio no dura porque se han prometido fidelidad, sino que porque son fieles el matrimonio será para toda la vida por encima de las dificultades que no faltarán.



Para reflexionar:
Somos esposos, ¿nos sentimos <>?
¿Por qué debo ser fiel a mi pareja? Un motivo.
¿Por qué es preciso amar siempre a mi pareja, aunque muchos motivos me inducen a lo contrario?
¿Por qué la fidelidad exige amor? ¿En qué reside el amor verdadero y matrimonial?
El amor es un sentimiento, ¿basta esto? ¿Por qué?
La fidelidad, ¿se tiene por el hecho de haberse casado o se necesita algo más?
¿Es igual fidelidad y aguante?
¿A qué se alude cuando se habla de fidelidad? 



Vicente y Mari Tere
Comisión Inspectorial HDB


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