sábado, 9 de marzo de 2013

LECTIO DIVINA 4º DOMINGO DE CUARESMA



                                             Lectio  divina             Fuente: DABAR

                                                              DOMINGO IV CUARESMA
 . Ciclo “C”   - 10 de Marzo de 2013
Jos 5, 9ª.10-12; Sal 33, 2-7; 2 Co 5, 17-21; Lc 15, 11-32 


1.      Oración inicial:
Dios, Padre de Bondad, rico en piedad y misericordia, acoge la oración que te presentamos y haz que aprendamos a ser misericordiosos como tú. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

2. Lectura comprensiva: LUCAS 15, 1‑3.11‑32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y él empezó a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad en seguida el mejor traje, y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”. El se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado”».

3. Comentario bíblico:
a. Aclaraciones al Texto
V.1 Publicanos. Personal encargado del cobro de impuestos. 
V.11 Un hombre tenía dos hijos. Así comienza la parábola contada por Jesús. No caben dudas sobre cómo designarla: parábola del padre y sus dos hijos.
V.15 Cuidar cerdos. Para los judíos el cerdo era animal impuro. Cuidar cerdos era expresión de alienación y empobrecimiento humanos.
V.20 Se conmovió.  El verbo griego empleado expresa la compasión a partir de la imagen del seno materno: conmoverse, tener entrañas maternas.
V.29 En tantos años como te sirvo. El verbo griego empleado dice literalmente ser esclavo. De ahí la traducción más ajustada: en tantos años como soy tu esclavo.

b. Texto
El texto comienza situando históricamente la escena: Se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”.  Jesús responde a estas murmuraciones con una parábola: Un hombre tenía dos hijos. En realidad, esta parábola viene precedida de otras dos, que hablan de la alegría de Dios por la conversión de los pecadores.  Ello hace que el hombre de la parábola de hoy pueda ser razonablemente interpretado en clave de Dios.
El primer cuadro de la parábola lo conforman el hijo menor y su padre. El hijo pide al  padre su parte de herencia y se marcha a un país lejano, donde derrocha esa herencia sin cabeza, sin preocupaciones ni previsiones de ningún tipo. Cuando ya lo ha gastado todo, se convierte en cuidador de cerdos, anhelante de la comida de estos. Llegado a este punto, el hijo menor recapacita, reconoce su pecado  e inicia la vuelta, humilde y sin exigencias, a su padre. Hasta este momento, el padre ha actuado silenciosamente, magnánimamente, respetuosamente. A raíz del v.20 y como lectores de la parábola, descubrimos que hasta ese momento este padre ha amado  y sufrido mucho. Su padre lo vio, se conmovió, se le echó al cuello y se puso a besarlo.  El padre escucha la confesión del camino interior de vuelta de su hijo a él.  El padre ni siquiera lo deja terminar, sino que manda celebrar un banquete,  porque  este hijo mío estaba perdido y lo hemos encontrado.
El segundo cuadro de la parábola lo conforman el hijo mayor y su padre. El hijo mayor regresa a casa tras el trabajo en el campo, oye la fiesta en la casa, se entera del motivo y se enoja. En tantos años como soy tu esclavo, sin desobedecer nunca una orden tuya.  Estas palabras destilan amargura interior por la obediencia prestada, algo así como si el hijo mayor tuviera envidia solapada de lo que su hermano se había podido permitir,   como si sintiera disgusto de haber sido obediente,  de no haberse marchado también él lejos de su padre.  En el fondo y en silencio, también él había soñado con una libertad sin límites. El padre le escucha y, con la misma conmoción que en el caso del hijo menor, dice al hijo mayor: Hijo, tú estás siempre conmigo,  y todo lo mío es tuyo.  Con eso le expresa la grandeza de ser hijo y le manifiesta el sufrimiento que le produce el que no haya descubierto esa grandeza, el que no haya conocido la fortuna que supone estar en casa. Para terminar con una invitación implorante: Deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba perdido y lo hemos encontrado.
La parábola se interrumpe aquí; nada nos dice de la reacción del hermano mayor. Tampoco podría hacerlo, pues en este punto la parábola pasa directamente a la situación real que tiene ante sus ojos: con estas palabras del padre, Jesús estaba hablando al corazón de los fariseos y de los letrados  que murmuraban y se indignaban de su acogida a recaudadores y pecadores y de su comida con ellos (léanse de nuevo los dos versículos iniciales). Ahora se ve totalmente claro que Jesús identifica su bondad hacia los pecadores con la bondad del padre de la parábola, y que todas las palabras puestas en boca del padre las dice él mismo a las personas piadosas.  Lo que Jesús dice y hace lo ha aprendido en la escuela del Padre.

4. Meditación:
a. Indicaciones para nuestra vida
El hijo menor es infiel; el mayor, engreído. El menor es consciente de que necesita conversión; el mayor no es consciente de esa necesidad. El menor reconoce su pecado; el mayor, no. El que era problemático deja de serlo; el que no era problemático empieza a serlo. A buen seguro todos tenemos algo de hijo menor o de hijo mayor. ¿Hemos pensado en lo que unos y otros hacemos sufrir a nuestro Padre Dios? 
En todo caso, la parábola de hoy deja en nosotros una certeza: hijos menores o hijos mayores, pecadores o piadosos,  Dios es el Padre que nos espera a unos y a otros con entrañas de madre, con el corazón en la mano. Nos espera a los pecadores,  porque la libertad no consiste en disfrutar lejos de Dios,  en vivir sólo para sí mismo y sin ninguna exigencia; nos espera a los piadosos,  porque  la libertad de ser hijos no es llevar una vida de esclavo en la casa del Padre: la relación con Dios no es una relación jurídica que sitúa al obediente a la par con Él, no es una relación con el Dios-Ley sino con el Dios más grande, con el Dios-Amor.
b. Preguntas y cuestiones
¿Qué significa en el contexto de la parábola el poner el ‘traje de fiesta’, y el ‘anillo’? ¿Los hijos van vestidos con harapos? ¿Un padre regala un anillo a un desconocido?
¿Quién lleva anillo de la familia en el dedo, los hijos o los siervos? ¿Qué quiere decir que el padre de la parábola ponga el anillo al hijo que se fue?
¿Por qué celebrar un banquete cuando debería, según   los criterios humanos, reprenderle e incluso castigarle?
El padre da dos razones: ‘estaba muerto y ha revivido’, ‘estaba perdido y lo hemos encontrado’. ¿Creemos que son suficientes para justificar su comportamiento?
¿Qué nos enseña esta parábola sobre nosotros y nuestra forma de relacionarnos?
¿Qué nos enseña sobre Dios?
¿En qué debería cambiar nuestra imagen y nuestra experiencia de Dios a partir de esta parábola?

5, Contemplación:
Esta historia no habla sólo de perdón…. aunque está presente en el silencio del encuentro… el hijo que lo pide a gritos y el padre que lo otorga sin condiciones… el gran mensaje, es la misericordia, es la compasión, que brota desde lo más profundo del corazón para volcarse en amor sobre la miseria del que sufre…ese es el amor de Dios que nos brinda a cada uno de nosotros.

6. Oración:

En verdad es justo y necesario bendecir tu nombre siempre y en todo lugar, «Padre Bueno», «Rico en Misericordia», «Perdón Incondicional», «Entrañas de ternura», porque en ti podemos descansar y por ti vivimos cada día con esperanza renovada.
Te revelas como ‘padre que abraza’ y ‘convoca a la fiesta’; no quieres que vistamos harapos, ni que nuestras manos revelen nuestra indigencia.
A pesar de nuestras contradicciones, errores y pecados, nos devuelves una y otra vez la categoría de hijos amados.

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