DOMINGO IV CUARESMA
. Ciclo
“C” - 10 de Marzo de 2013
Jos 5, 9ª.10-12; Sal 33,
2-7; 2 Co 5, 17-21; Lc 15, 11-32
1. Oración inicial:
Dios, Padre de Bondad, rico en
piedad y misericordia, acoge la oración que te presentamos y haz que aprendamos
a ser misericordiosos como tú. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
2. Lectura comprensiva: LUCAS 15, 1‑3.11‑32
En aquel tiempo, solían
acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y
los escribas murmuraban entre ellos: «Ese acoge a los pecadores y come con
ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de
ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El
padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando
todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo
perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre
terrible, y él empezó a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un
habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban
ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie
le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi
padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré
en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus
jornaleros”. Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba
lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello
y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad en seguida el mejor traje, y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y
sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un
banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo
hemos encontrado”. Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a
uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Este le contestó: “Ha vuelto tu
hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con
salud”. El se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba
persuadirlo. Y él replicó a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin
desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener
un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido
tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. El padre le dijo:
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte,
porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo
hemos encontrado”».
3. Comentario bíblico:
a.
Aclaraciones al Texto
V.1
Publicanos. Personal encargado del cobro de impuestos.
V.11 Un
hombre tenía dos hijos. Así
comienza la parábola contada por Jesús. No caben dudas sobre cómo designarla:
parábola del padre y sus dos hijos.
V.15 Cuidar cerdos. Para los judíos el cerdo
era animal impuro. Cuidar cerdos era expresión de alienación y empobrecimiento
humanos.
V.20 Se conmovió. El verbo griego empleado expresa la compasión
a partir de la imagen del seno materno: conmoverse, tener entrañas maternas.
V.29
En tantos años como te sirvo. El
verbo griego empleado dice literalmente ser
esclavo. De ahí la traducción más ajustada: en tantos años como soy tu esclavo.
b.
Texto
El texto comienza situando
históricamente la escena: Se acercaban a
Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharle. Los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: “Ese acoge a
los pecadores y come con ellos”. Jesús
responde a estas murmuraciones con una parábola: Un hombre tenía dos hijos. En realidad, esta parábola viene
precedida de otras dos, que hablan de la alegría de Dios por la conversión de
los pecadores. Ello hace que el hombre
de la parábola de hoy pueda ser razonablemente interpretado en clave de Dios.
El primer cuadro de la parábola lo
conforman el hijo menor y su padre. El hijo pide al padre su parte de herencia y se marcha a un
país lejano, donde derrocha esa herencia sin cabeza, sin preocupaciones ni
previsiones de ningún tipo. Cuando ya lo ha gastado todo, se convierte en cuidador
de cerdos, anhelante de la comida de estos. Llegado a este punto, el hijo menor
recapacita, reconoce su pecado e inicia
la vuelta, humilde y sin exigencias, a su padre. Hasta este momento, el padre
ha actuado silenciosamente, magnánimamente, respetuosamente. A raíz del v.20 y
como lectores de la parábola, descubrimos que hasta ese momento este padre ha
amado y sufrido mucho. Su padre lo vio, se conmovió, se le echó al
cuello y se puso a besarlo. El padre
escucha la confesión del camino interior de vuelta de su hijo a él. El padre ni siquiera lo deja terminar, sino
que manda celebrar un banquete,
porque este hijo mío estaba perdido y lo hemos encontrado.
El segundo cuadro de la parábola lo
conforman el hijo mayor y su padre. El hijo mayor regresa a casa tras el
trabajo en el campo, oye la fiesta en la casa, se entera del motivo y se enoja.
En tantos años como soy tu esclavo, sin
desobedecer nunca una orden tuya.
Estas palabras destilan amargura interior por la obediencia prestada,
algo así como si el hijo mayor tuviera envidia solapada de lo que su hermano se
había podido permitir, como si sintiera
disgusto de haber sido obediente, de no
haberse marchado también él lejos de su padre.
En el fondo y en silencio, también él había soñado con una libertad sin
límites. El padre le escucha y, con la misma conmoción que en el caso del hijo
menor, dice al hijo mayor: Hijo, tú
estás siempre conmigo, y todo lo mío es
tuyo. Con eso le expresa la grandeza de ser hijo y le manifiesta el
sufrimiento que le produce el que no haya descubierto esa grandeza, el que no
haya conocido la fortuna que supone estar en casa. Para terminar con una
invitación implorante: Deberías
alegrarte, porque este hermano tuyo estaba perdido y lo hemos encontrado.
La parábola se interrumpe aquí; nada
nos dice de la reacción del hermano mayor. Tampoco podría hacerlo, pues en este
punto la parábola pasa directamente a la situación real que tiene ante sus
ojos: con estas palabras del padre, Jesús estaba hablando al corazón de los
fariseos y de los letrados que
murmuraban y se indignaban de su acogida a recaudadores y pecadores y de su
comida con ellos (léanse de nuevo los dos versículos iniciales). Ahora se ve
totalmente claro que Jesús identifica su bondad hacia los pecadores con la bondad
del padre de la parábola, y que todas las palabras puestas en boca del padre
las dice él mismo a las personas piadosas.
Lo que Jesús dice y hace lo ha aprendido en la escuela del Padre.
4. Meditación:
a. Indicaciones para nuestra vida
El hijo menor es infiel; el mayor,
engreído. El menor es consciente de que necesita conversión; el mayor no es
consciente de esa necesidad. El menor reconoce su pecado; el mayor, no. El que
era problemático deja de serlo; el que no era problemático empieza a serlo. A buen
seguro todos tenemos algo de hijo menor o de hijo mayor. ¿Hemos pensado en lo
que unos y otros hacemos sufrir a nuestro Padre Dios?
En todo caso, la parábola de hoy deja en nosotros
una certeza: hijos menores o hijos mayores, pecadores o piadosos, Dios es el Padre que nos espera a unos y a
otros con entrañas de madre, con el corazón en la mano. Nos espera a los
pecadores, porque la libertad no
consiste en disfrutar lejos de Dios, en
vivir sólo para sí mismo y sin ninguna exigencia; nos espera a los piadosos, porque
la libertad de ser hijos no es llevar una vida de esclavo en la casa del
Padre: la relación con Dios no es una relación jurídica que sitúa al obediente
a la par con Él, no es una relación con el Dios-Ley sino con el Dios más
grande, con el Dios-Amor.
b. Preguntas y cuestiones
¿Qué significa en el contexto de la parábola
el poner el ‘traje de fiesta’, y el ‘anillo’? ¿Los hijos van vestidos con
harapos? ¿Un padre regala un anillo a un desconocido?
¿Quién lleva anillo de la familia en el dedo,
los hijos o los siervos? ¿Qué quiere decir que el padre de la parábola ponga el
anillo al hijo que se fue?
¿Por qué celebrar un banquete cuando debería,
según los criterios humanos,
reprenderle e incluso castigarle?
El padre da dos razones: ‘estaba muerto y ha
revivido’, ‘estaba perdido y lo hemos encontrado’. ¿Creemos que son suficientes
para justificar su comportamiento?
¿Qué nos enseña esta parábola sobre nosotros
y nuestra forma de relacionarnos?
¿Qué nos enseña sobre Dios?
¿En qué debería cambiar nuestra imagen y
nuestra experiencia de Dios a partir de esta parábola?
5, Contemplación:
Esta
historia no habla sólo de perdón…. aunque está presente en el silencio del
encuentro… el hijo que lo pide a gritos y el padre que lo otorga sin
condiciones… el gran mensaje, es la misericordia, es la compasión, que brota
desde lo más profundo del corazón para volcarse en amor sobre la miseria del
que sufre…ese es el amor de Dios que nos brinda a cada uno de nosotros.
6.
Oración:
En verdad es justo y necesario bendecir tu
nombre siempre y en todo lugar, «Padre Bueno», «Rico en Misericordia», «Perdón
Incondicional», «Entrañas de ternura», porque en ti podemos descansar y por ti
vivimos cada día con esperanza renovada.
Te revelas como ‘padre que abraza’ y ‘convoca
a la fiesta’; no quieres que vistamos harapos, ni que nuestras manos revelen
nuestra indigencia.
A pesar de nuestras contradicciones, errores
y pecados, nos devuelves una y otra vez la categoría de hijos amados.
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