martes, 26 de febrero de 2013

RENOVACIÓN Y CAMBIO EN PRIMER LUGAR DE UNO MISMO.


                            

Toda renovación, cambio o salida de cualquier crisis que afecte a cualquier sociedad, a un país determinado o al mundo en general no será eficaz ni válida si no comienza por la renovación de las personas; pero no tomadas como grupo, no, sino tomadas como únicas e individuales. 
Generalizar e implicar a todo un colectivo social, llámese partido político, sindicato, organización empresarial, cultural, religiosa…, o del tipo que sea, en los males o errores de algunas de las personas que conforman tales colectivos es un grave error, que se acumula a los anteriores, por la generalización que se aplica y por el injusto juicio que se hace condenando por unos pocos a todo un colectivo. 
Pero parece ser que eso es lo que impera hoy día: el juicio global, generalizador y lo que es peor condenatorio, a veces hasta sin pruebas fehacientes y antes de que lo haga la propia justicia, ante casos puntuales, más o menos abundantes pero al fin y al cabo puntuales y personales, que cada día acontecen y que la prensa ya se encarga de anunciar y propagar, a través de sus múltiples medios, “a bombo y platillos”.
No estoy para nada de acuerdo con tales actuaciones, ni tales juicios. Y menos en el campo de la política, que es el que hoy día está más en la punta del iceberg por los engaños y mentiras, las apropiaciones indebidas y rápidos enriquecimientos, por las fugas de capitales y evasiones de impuestos, por las contabilidades y pagos “en negro”, por los cohechos y tráficos de influencias, por las sociedades “fantasma”, por los paraísos fiscales, por…, tantas y tan ingeniosas formas de enriquecerse personalmente en el noble ejercicio de la “res pública”, que está para servir y no para servirse, para buscar el bien común y no el propio. 

Cada día, viendo lo que se ve y conociendo lo que por poco tiempo permanece oculto, me convenzo más de que generalizar y salpicar de suciedad a todos los políticos, cuando surge algún desaguisado o corrupción entre ellos, casi siempre de tipo económico, es injusto e irreal. Como cada día me convenzo más de que las personas que se dedican al noble arte de la política tienen que estar suficientemente, por no decir excelentemente preparadas para ejercerlo. Preparadas en todos los ámbitos que abarca la correcta e integral educación y formación de una persona: el cultural, el científico, el social, el ético, el moral y también el religioso. Y alguien me podrá decir: ¡difícil me lo ponéis! Pues no. El político que trata de ordenar, solucionar y hacer avanzar a una ciudad, a una región, a un país, formados por personas, buscando el bien, el progreso y la felicidad de todos, si no tiene preparación, altura de miras, ideales nobles, austeridad…, y además los conocimientos suficientes, no podrá jamás desempeñar su función de servicio, repito y subrayo de SERVICIO, con dignidad y con éxito. 
Busquemos pues a los mejores para que nos dirijan y gobiernen, a las personas que sabemos íntegras, preparadas, desinteresadas, serviciales, altruistas, interesadas por todos y que sepan retirarse a tiempo, sin mantenerse indefinidamente en sus cargos de gobierno; a las personas, en fin, más aptas para la política, porque no todos los políticos son iguales, ni a todos podemos ni debemos meterlos en el mismo “saco”, ya que, de ser así, la desconfianza en ellos nos llevará a la destrucción de la democracia y hacia un sistema de convivencia sin gobierno, que no lleva a ninguna parte. 


Fernando Gámez de la Blanca. 24 Febrero 2013.-

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