Lectio divina Fuente: DABAR
NAVIDAD. Ciclo
“C” 25 de Diciembre de 2012
1. Oración
inicial:
Te damos gracias, Señor,
porque no te has quedado a la puerta. Has querido entrar a formar parte de la
historia de los hombres y llamar a nuestra casa. “Has acampado entre nosotros”,
te has hecho uno de nosotros. ¡Gracias Señor!
2.
Lectura comprensiva: JUAN 1, 1-18
En el principio ya existía la
Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en
el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin
ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida
era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la
recibió. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo
vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no
la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la
recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos
no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y
la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
3.
Comentario bíblico:
a. Aclaraciones al texto
V.1 En el principio. Así empieza el Génesis, el primer libro de la
Biblia. Se trata del principio de la creación, cuando todo lo existente empezó.
Palabra. En su doble acepción,
racional (palabra pensada) y hablada (palabra comunicada).
V.5
La traducción litúrgica
necesita resaltar más la oposición y quedar así: La luz brilla en la tiniebla, pero la tiniebla no la recibió.
V.6 Juan.
Primera mención en el texto de hoy. En su condición universal y conceptual
de anthropos, ser humano, hombre. Por encima y más allá de su condición
particular e histórica de judío de carne y hueso.
Vs.9-10 Mundo. Cuatro veces se repite el término en los dos versículos. En las cuatro se
refiere a una parte de la creación, a la única capaz de dialogar, de dar una
respuesta: la parte humana, el ser humano, el hombre (varón y hembra).
V.11 Vino a su casa. Literalmente: vino
a lo propio suyo. Otro modo de decir mundo en el sentido humano de
los dos versículos anteriores. Podría personalizarse y traducirse vino a los
suyos. Los suyos abarcan
más que los solos judíos; tiene alcance universal, la gran familia humana.
También aquí la traducción litúrgica debería resaltar más la oposición: Vino a los suyos, pero los suyos no la
recibieron.
V.12
Dar poder para. Este
poder no se inscribe en el código genético.
V.13 Nacer de sangre: código genético. Amor carnal: decisión humana. Amor humano: decisión
del varón. Tres maneras distintas de referirse al nacer como hecho
biológico.
V.14 Carne. Hombre de carne y hueso, de cuerpo y alma. Acampar.
Reminiscencia de la condición nómada del Pueblo de Israel por el desierto,
cuando acampaba en tiendas. Nosotros. Colectivo creyente. El pronombre va más allá de los solos contemporáneos de
Jesús; engloba a cualquier persona de cualquier tiempo y lugar que descubre en
Jesús la presencia divina. Gloria.
Presencia divina. Hijo único.
El adjetivo único expresa singularidad,
no procedencia; único en el sentido de singular, precioso, singularmente valioso. Gracia.
Denota ternura, misericordia, amor. Verdad. Denota solidez, fidelidad. Gracia y verdad. Dos palabras para indicar el amor fiel de Dios.
V.15 Juan. Segunda mención. Esta
vez en su condición
particular e histórica de varón judío de carne y hueso. Da testimonio. Con su toma de partido por el Hijo
único del Padre, Juan abre la
lista pública de integrantes del colectivo creyente nosotros.
V.17 Jesucristo. Nombre propio de la Palabra-hecha-carne. Indica
más que Jesús solo y más que Cristo solo.
V.18 Estar en el seno de alguien. Expresión figurada de estar junto a
alguien.
b. Texto
Vs.1-13 La
Palabra en clave histórica general
La
Palabra dentro de la
esfera de Dios (vs.1-2). Palabra creadora del afuera de Dios (v.3). Palabra con
Vida eterna divina (v.4a); Vida con Luz para los hombres (v.4b).
En el v.5 aparece el primero de los dos presentes
históricos de todo el texto: La luz
brilla en la tiniebla. A partir
de este v.5 el texto se mueve ya en
la historia, pero hasta el v.13 esta historia está ampliada a escala universal,
más allá de la escala particular y concreta judía. Una historia de aceptación y
de rechazo. La Luz brilla en la
tiniebla, pero la tiniebla no la recibió.
De Juan se habla en el v.6 no en su condición de
judío sino de humano: surgió un hombre.
Paradigma humano de Testigo en favor de
la Luz rechazada (vs.6-8).
La Luz verdadera se encuentra en la Palabra
creadora, ante la que retorna el paradigma de aceptación y de rechazo (9-13).
Los suyos somos todos. Unos aceptamos la Palabra; otros, no. Historia
repetida. La aceptación de la Palabra
convierte a quien la acepta en hijo de Dios.
Vs.14-18 La Palabra en clave histórica
particular
La Palabra que existía en la esfera de Dios, esa Palabra se hizo carne. Se
hizo persona histórica concreta, en un país concreto, en un tiempo concreto,
sujeta a la verificación de unos contemporáneos concretos.
Su nombre propio es Jesús. En Él se ha mostrado
Dios a nosotros y se ha hecho realmente cercano a nosotros, de forma tal que
nosotros podemos libremente creer en Dios con garantía. Jesús es el Hijo
singular, irrepetible, el único que nos ofrece garantía absoluta de Dios y del
amor fiel de Dios a todos y cada uno de nosotros. Jesús es quien nos ha dado a
conocer a Dios. Este es el testimonio impagable de Juan sobre Jesús a partir
del v.15, versículo en el que aparece el segundo de los presentes históricos de
todo el texto: Juan da testimonio de él.
Hablar así de Jesús es a lo que el evangelista
denomina contemplar la gloria de Jesús.
Hablar así de Jesús es reconocer que su nombre propio completo es Jesucristo. Hablar así de Jesús es creer en Jesucristo
y ello conlleva el formar parte del colectivo nosotros del que habla el evangelista, el colectivo de los
contemporáneos creyentes, un colectivo nunca cerrado, siempre abierto.
4. Meditación:
Indicaciones para nuestra vida
En Navidad celebramos el nacimiento del niño que
tiene la hondura y la consistencia de la Palabra eterna de Dios. En este niño
tomó cuerpo la Palabra; en él anida la Vida y resplandece la Luz. Este niño es el lenguaje
adoptado por Dios para hablar de sí mismo y comunicarse con nosotros.
Dios mismo se ha mostrado a nosotros en Jesús: ha
dado a ver su rostro y se ha hecho realmente cercano a cada uno de nosotros.
Pero no se nos ha impuesto: existe la posibilidad de una aceptación nuestra y
existe también la posibilidad de un rechazo nuestro.
Nosotros podemos ser desafortunados hasta el punto
de no aceptar a este niño; pero afortunados hasta el punto de contemplar
extasiados toda su hondura y riqueza, que terminarán trasvasándose de él a
nosotros. Ha bajado junto a nosotros el que es nuestra misma vida (San
Agustín).
Jesucristo desvela a Dios, revela a Dios, explica
quién y cómo es Dios. Sin Él no podemos entender quién y cómo es Dios. Él es el exegeta de Dios. Con Él sabemos del
amor fiel y constante de Dios. Él es absolutamente único y absolutamente
indispensable para los humanos.
La Palabra eterna de Dios entró en el tiempo y
está presente en cada momento, porque cada momento fluye de su poder creador,
de su eterno hoy. Los cristianos debemos ser testigos de la Palabra eterna de
Dios hecha carne, anunciarla con nuestras palabras y mostrarla con nuestra
vida.
Preguntas y cuestiones
¿Me he parado a
distinguir entre el «dar voces» y «decir una palabra»? ¿Entre el ser «portavoz»
de otro y tener yo una palabra que decir?
¿Cómo
es la «voz» de Dios? ¿Es clara o confusa; es tranquilizante o provocativa? ¿Es superflua o necesaria?
¿Dios
nos habla? ¿Cómo nos habla? ¿Cuál es su mensaje? ¿Sabemos distinguir la palabra
de Dios de otras palabras que no son de Dios?
¿Me
he parado a pensar, alguna vez, en la persona de Jesús como «Palabra encarnada»
del Padre? ¿Qué supone que el cristianismo tenga como punto de partida la
fe en la «encarnación» del Hijo de Dios?
¿Podemos
proponer una religión de «teorías», de «enunciados», o más bien debemos
proponer una religión encarnada que nace del Hijo de Dios que entra en la
historia y comparte nuestra condición humana?
5. Contemplación:
¡Dios se ha hecho hombre!
6. Oración:
Señor que el centro de esta noche buena en
mi vida sea tu Nacimiento, que me alegre, sí, con la comida en familia, que me
alegren, sí, los regalos que nos intercambiamos… pero que tu venida a nosotros
sea el centro de esta noche y sea un motivo de reflexión.
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